La plaga de conejos ya afecta a 800.000 hectáreas de cultivo
Agricultores denuncian la falta de ayudas directas y que el seguro no cubre los daños por la recurrencia
Los cambios que ha sufrido la geografía española en los últimos treinta años han trasladado la población del matorral a los sembrados
Se trata de una especie casi extinta en su medio natural, explican desde Iberconejo, la mayor iniciativa que se ha llevado a cabo hasta ahora para estudiar el fenómeno
El campo español se concentra cada vez en menos manos

Que en España hay una plaga de conejos es un problema evidente a cualquiera que se haya dado un paseo por determinadas zonas de la Península. Quien más lo sufre son los agricultores, pues cada año el fenómeno diezma la producción de 800.000 ... hectáreas; es decir, de un 4% de la superficie agrícola que tiene nuestro país, 23 millones de hectáreas según el INE. La voracidad de este mamífero plantígrado afecta a prácticamente todos los sembrados, a la huerta, a los leñosos e incluso a los frutales, pues se comen la corteza y matan al árbol.
La cifra de afectación es una estimación de la organización agraria COAG. No hay datos oficiales, pero desde el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) advierten de que cualquier cálculo queda necesariamente corto, pues no incluye el coste de todo lo que queda sin sembrar por temor al conejo.
Para explicar las causas del fenómeno, explican los expertos consultados por ABC, no vale recurrir a argumentos manidos y tomar partido en favor de ecologistas o agricultores. Ni el hombre ha invadido la casa del conejo ni el conejo ha invadido la casa del hombre. Estos lepóridos son consustanciales a España, tanto que –erróneamente, según han demostrado los historiadores– los latinos pensaban que 'Hispania' significa 'tierra de conejos'. Plinio el Viejo ya habló de la abundancia de este animal en la Península, e incluso de una plaga en Baleares que obligó al emperador César Augusto a despachar hurones al lugar, allá por el 6 a.C.
Es decir, que los españoles están condenados a entenderse con el conejo porque forma parte del medio, y si hay plaga, la razón tiene que estar en la ruptura de la harmonía entre los ritmos de la economía y los de la fauna.
Sobre esto, la literatura científica es variada pero concluyente: la clave está en la transformación que ha sufrido la geografía española en los últimos treinta años. Sobre todo, por el cambio en el modo de producción agraria –favorecido por la PAC–, y la inauguración de miles de kilómetros de ferrocarril y autovía, de la mano de los fondos europeos. Y hay que referirse también a la despoblación rural, que, en contra de lo que podría parecer, para el conejo no ha sido positiva.
Estudios llevados a cabo por profesores del CSIC como Miguel Delibes Mateos y Rafael Villafuerte demuestran que el éxodo rural y el correlativo crecimiento de la masa forestal desde la década de los noventa (un 33% según el Banco Mundial) ha disparado la población de especies de caza mayor (jabalí, corzo y ciervo son los que más cultivos dañan) pero mermado la de conejos, al menos en el medio natural. Ahí está la gran paradoja de este fenómeno, pues en las zonas de matorral este mamífero es prácticamente una especie en peligro de extinción.
Precisamente, el proyecto Iberconejo, que es la mayor iniciativa que se ha llevado a cabo hasta ahora en España para analizar el fenómeno, ha publicado una estimación de población que ilustra el problema. El análisis de capturas cinegéticas muestra que las poblaciones de conejo de monte se redujeron un 17,6% entre 2009 y 2022, con diferencias entre paisajes agrícolas (-10,17%) y de monte (-57,75%). El problema, como ya se ha avanzado, es que a pesar de la reducción, la especie se ha concentrado en zonas agrícolas.

Densidad de conejo
en la península Ibérica
En número de ejemplares por km²
Baja (0-20)
Media (20,1-50)
Alta (50,1-100)
Fuente: Iberconejo / ABC

Densidad de conejo en la península Ibérica
En número de ejemplares por km²
Baja (0-20)
Media (20,1-50)
Alta (50,1-100)
Fuente: Iberconejo / ABC
Según explica a ABC Ramón Pérez de Ayala, que es director de Iberconejo, (esta semana han publicado el primer mapa de densidades en muchos años), el conejo estaba en situación de equilibrio en la Península cuando la geografía agraria consistía en parcelas de pequeño tamaño alternadas con parches boscosos. Sin embargo, en estos años España ha cambiado. Según el INE, hoy en día hay un 30% menos de explotaciones agrícolas que en 1999 y son un 26% más grandes. Y una de las consecuencias de la concentración de cultivos, así como del abandono rural y el correlativo aumento de la masa forestal, ha sido el desplazamiento del conejo del monte a los sembrados, donde dispone de un amplio territorio abundante en alimento y libre de depredación.
Un conejo inmunizado frente a los virus
Debido a la concentración, en determinadas zonas la especie ha generado inmunidad de grupo frente a enfermedades como la mixomatosis
Como ya se ha avanzado, otra causa de la plaga está en el gigantesco trazado de autovías y líneas ferroviarias que se ha levantado desde que nuestro país entró en la UE. Todo porque esas infraestructuras (3.726 kilómetros de AVE) están protegidas con un vallado que evita el paso de las especies grandes –para evitar accidentes– pero no de las menores. Como explica Manuel Torrero, portavoz de la organización agraria Asaja, los taludes de tierra que sostienen esas vías son un espacio ideal para que las pequeñas especies aniden, y además, la existencia del vallado les protege de los depredadores. «Les hemos hecho un hotel de cinco estrellas», explica Torrero. Las cifras le dan la razón, y valga el caso de Castilla-La Mancha como ejemplo. Actualmente, 308 municipios de la región han declarado la emergencia cinegética, y casi todos están en la vecindad del corredor de autovía y ferrocarril que discurre hacia el sureste.
Y añádase a todo esto la resistencia a enfermedades, pues resulta que la concentración de ejemplares en terrenos agrícolas e infraestructuras ha dado a la especie inmunidad de grupo frente a la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica, dolencias que hasta hace unos años diezmaban la población. Como explica a ABC el zoólogo José Guerrero, a más ejemplares, más sobrevivientes, y por tanto, más inmunidad.
Fuera de control
Se trata, en fin, de un problema que escapa al control de los agricultores, pero ellos lo pagan. Las ayudas directas no existen –ni la PAC ni el Gobierno las dan–, y desde las organizaciones agrarias aseguran que el seguro no es una compensación efectiva, pues Agroseguro no cubre más de tres años consecutivos de daños por conejo. Según explican desde la aseguradora a ABC, porque a partir de entonces se considera un «riesgo cierto».
En 2024 Agroseguro recibió partes de siniestro por esta especie en 46.340 hectáreas, pero todos los expertos consultados coinciden en que la cifra no revela la magnitud del problema porque, debido a la política de indemnizaciones, las zonas de mayor afectación no están cubiertas por un seguro de fauna.
Para los agricultores, a la sensación de abandono a veces se une el disgusto de sentirse acusados. Manuel Torrero considera que achacar el problema a la concentración de tierras es un argumento que estigmatiza al sector. Y falso, asegura, «porque muchos municipios en los que se ha hecho concentración están libres de la plaga». Para el portavoz de Asaja, la principal razón de la peste está en la dejadez en la gestión de las infraestructuras por parte de la Administración.
Hablan los afectados: «El cereal está como sin sembrar»
Para ponerle cara al problema, ABC ha contactado con agricultores afectados. Álvaro Díaz-Maroto, un productor de La Villa de Don Fadrique (Toledo), nos cuenta que, del centenar de hectáreas que tiene de cereal, unas veinte las tiene que dar por perdidas cada año debido a la voracidad de este mamífero; «Están como sin sembrar», explica. También tiene viña, y para su desgracia también esta acaba siendo vianda del conejo. En la parcela afectada, prácticamente todas las cepas -1.000 de un total de 1.200- tienen los tallos roídos. «Van a por la hierba, y cuando la acaban, a por los tallos, que acaban saliendo sin uva. Y cuando no tienen donde roer, hacen un anillo alrededor de las cepas que evita que en invierno pueda bajar la sabia y las acaban matando«, se lamenta este agricultor.
Nicolás Aldea, un viticultor de Almonacid de la Sierra (Aragón), cuenta un relato similar. La mayor parte de las pérdidas las tiene en los viñedos viejos -que además son los más rentables-, pues al ser más bajos quedan expuestos. Cada año, asegura, pierde en torno a un 35% de la cosecha. Sin embargo, ni siquiera las vides en espaldera se salvan del problema, pues «los conejos se montan encima de los sistemas de protección», asegura.



La experiencia de Nicolás refrenda lo que exponen los datos, que se trata de un problema que hace años que los agricultores soportan pero que ha ido a más de un tiempo a esta parte: «Venimos sufriendo el fenómeno desde hace más de quince años, pero es exponencial. Cada año va a más. Antes solo se comían el cereal pero ahora van también a por el viñedo«.
Puede haber alguna discrepancia en cuanto a las causas del fenómeno y las soluciones -desde COAG piden que se instalen nuevas protecciones en las carreteras, revisar el rol de la caza y usar trampas y biocidas, entre otras medidas-, pero todos los implicados –agricultores, expertos y ecologistas– tienen claro el objetivo que se persigue, salvar a la vez al conejo y al sector primario, y que cumplir ese objetivo requerirá de una estrategia de altos vuelos, en colaboración público-privada.
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