El choque entre Musk y Trump sacude a la NASA y pone en riesgo el programa espacial
El presidente amenazó al magnate con rescindir sus contratos gubernamentales y este amagó con desmantelar las naves Dragon, utilizadas para viajar a la estación espacial. De hacerse realidad, supondría, al menos temporalmente, el fin de los lanzamientos de astronautas desde suelo estadounidense y un giro inesperado en la nueva era de la exploración espacial
Starship, la nave con la que Elon Musk quiere ir a la Luna y Marte, pierde el control en el espacio tras una fuga de combustible

El hombre más poderoso del mundo y el hombre más rico del mundo han pasado de la adoración absoluta a la desafección más profunda. Días después de ser despedido en el Despacho Oval como un «patriota increíble» y agasajado con una llave gigante de la ... Casa Blanca, Elon Musk ya no soporta a Donald Trump. Y viceversa. El magnate y el presidente estadounidense se han enzarzado en una embrollada y cicatera pelea a golpe de 'tuits' en sus respectivas redes sociales, X y Truth Social. Dentro del cúmulo de despropósitos lanzados el uno contra el otro, el presidente ha amenazado con rescindir todos los contratos federales con Musk, lo que incluiría sus negocios en el ámbito espacial, valorados en 22.000 millones de dólares. Como respuesta, el dueño de SpaceX ha amagado con retirar su nave Dragon al servicio de la NASA para, horas después, cambiar de postura. «Buen consejo. Vale, no desmantelaremos Dragon», ha respondido a un seguidor en X que le instaba él y a Trump a «tranquilizarse y dar un paso atrás durante un par de días». Un absoluto despropósito.
Con todo, la intimidación de Musk de retirar abruptamente su nave espacial supone algo sin precedentes por parte de uno de los principales socios comerciales de la NASA. En virtud de un contrato de aproximadamente 5.000 millones de dólares, la agencia espacial depende de estas naves para funcionar. Su desmantelamiento, si realmente se cumpliera la amenaza, supondría, al menos temporalmente, el fin de los lanzamientos de astronautas desde suelo estadounidense y un giro inesperado en la nueva era de la exploración espacial. De ellas también dependen los servicios de reabastecimiento de carga. Difícilmente podrían sustituirse en el período previo al desmantelamiento de la Estación Espacial Internacional (ISS) en 2030, una operación para cuya supervisión también ha sido contratada SpaceX.
«Creo que es solo un órdago que no llegará a cumplirse, una liberación de testosterona. Sin las Dragon, la NASA dependería de nuevo de las naves rusas Soyuz para poner un americano en el espacio. EE.UU. se dispararía un tiro en el pie», afirma Jorge Pla-García, investigador del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA, asociado al NASA Astrobiology Institute).
Sin alternativa
La disputa entre los dos gigantes comenzó después de que el sudafricano mostrara su preocupación por la ley de política interior que la administración republicana está impulsando en el Congreso. El jueves aseguró que sin su ayuda «Trump habría perdido las elecciones» y le tachó de ingrato. «Decepcionado», el presidente advirtió de que la «forma más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto» sería acabar con todos los contratos gubernamentales de Musk. Ante esto, el magnate, que también sugirió que Trump aparece en los archivos del fallecido Jeffrey Epstein, el empresario acusado de montar una red para abusar de menores, amenazó con la retirada del servicio de las naves Dragon. Solo pareció rectificar horas después.
Una Crew Dragon se encuentra actualmente acoplada a la plataforma orbital, danto servicio a los astronautas de la misión Crew-10. Está previsto que la Crew-11 se lance no antes de julio.
Para Pla-García, «dar tanto poder a SpaceX ha sido un error, porque ahora mismo no hay alternativa. Como Musk lo sabe, lo utiliza como medida de presión». La administración podría fortalecer sus vínculos con Blue Origin -la compañía espacial de Bezos que desarrolla sus propia nave, la New Shepard- pero aún le queda mucho para poder convertirse en un sustituto real«. Por otro lado, la nave Starliner de Boeing, que tuvo problemas al acoplarse a la ISS y dejó a los astronautas Sunita Williams y 'Butch' Wilmore 'atrapados' allí durante nueve meses sin poder regresar, «está casi descartada». Fue precisamente un vehículo de Musk el que finalmente 'rescató' a los astronautas. Starliner aún no está certificada para volar misiones operativas con astronautas y le faltan varios meses para intentar un nuevo lanzamiento.
Con este panorama, si la amenaza de Musk se cumpliera mañana mismo, EE.UU. tendría que recurrir a las naves rusas Soyuz, como ha venido haciendo desde que acabó el programa de los transbordadores espaciales. El problema, además de la complicada relación con Rusia por el conflicto con Ucrania, es que una asiento en una Soyuz es extremadamente caro, suponiendo decenas de millones de dólares.
Viaje a la Luna
La NASA también seleccionó la poderosa nave espacial Starship de SpaceX como el primer módulo de aterrizaje lunar tripulado de su programa Artemis. Si todo sale según lo previsto, Starship llevará a astronautas de la NASA a la Luna por primera vez en 2027, en la misión Artemisa 3. La finalización de estos contratos, junto con el recorte de casi el 25 % del presupuesto general de la NASA y de aproximadamente el 50 % de sus programas científicos que la Casa Blanca ha propuesto para 2026, pondría a la agencia patas arriba.
Pero el lento desarrollo del Starship, con el que Musk también aspira a viajar Marte -su gran ambición- ha provocado el descontento en la NASA y en la administración y la sociedad americanas. «La forma de trabajar de SpaceX es de prueba y error, pero creo que no contaban con que Starship tuviera tantos fallos. Ya van nueve intentos y aún no han conseguido ponerla en órbita terrestre ni recargarla de combustible durante el vuelo», dice Pla-García.
Diego Rodríguez, director de Ciencia y Espacio de Sener Aeroespacial, tampoco cree «que la sangre llegue al río por la inversión ya realizada y por el avance de los programas«, aunque es difícil saber cómo van a ser las cosas cunado se trata de »personas con estos egos y con ese poder político o económico». A su juicio, si Musk llegara hasta el final, «el impacto sería muy grande en los programas de la estación orbital y en los planes para ir a la Luna, que se verían enormemente alterados. Pero se ha realizado una inversión tan grande que cuesta creer que estos programas cambien».
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Rodríguez sí cree que esta situación puede ser ventajosa para otras empresas tradicionales en el ámbito espacial que han sido superadas por SpaceX, como, entre otras, Lockheed Martin o Northrop Grumman, que pueden encontrar una oportunidad para cubrir el hueco. De todas formas, considera que la rescisión de contratos tendría un coste muy grande para la administración, si Trump toma la iniciativa, o para Musk, si es quien decide hacerlo unilateralmente. «Honestamente, no creo que lleguen hasta el final. Son tácticas para negociar en las que tratan de tomar posiciones fuertes y luego, en la práctica, conseguir un acuerdo», dice el responsable de Sener.
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