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ABC Cultural

Lino Escalera: «Jaime Lorente fue consciente de que el personaje de 'Hamburgo' era algo diferente y se entregó por completo»

El cineasta regresa al cine con 'Hamburgo', protagonizada por Jaime Lorente, ocho años después de su aplaudida 'No sé decir adiós'

Lino Escalera, en el rodaje de 'Hamburgo', da instrucciones a Iona Bugarin

Fernando Muñoz

MADRID

Lino Escalera, director de 'No sé decir adiós', vuelve a la pantalla grande con 'Hamburgo', un thriller que hunde sus raíces en el cine negro para poner luz en el submundo de la explotación sexual en la Costa del Sol. Jaime Lorente encarna a Germán, un conductor al servicio de una mafia que trafica con mujeres, atrapado en una huida imposible tras un robo que lo pone en la diana. Junto a Iona Bugarin y Roger Casamajor, la cinta teje una atmósfera opresiva, rodada en Super 16 mm, que evoca los clásicos americanos de los 70 mientras confronta al espectador con la invisibilidad del dolor ajeno.

–Han pasado ocho años desde 'No sé decir adiós'... ¿Qué pasó? ¿El tema de la película, un thriller centrado en la trata de personas, fue un obstáculo para encontrar productores?

–Es un tipo de película que no encaja en el cine español más habitual, como un drama intimista o una comedia familiar. Este tipo de proyectos siempre son más difíciles de levantar. 'Hamburgo', como proyecto, estuvo en manos de un productor que intentó sacarlo adelante durante años, pero no pudo. Luego pasaron muchas cosas: trabajé en otro proyecto que iba a ser mi segunda película, pero no se financió; llegó la pandemia, trabajé mucho en televisión… Finalmente, el guion mutó y cayó en manos de los actuales productores. A partir de ahí, todo fue más fácil. No tuvimos que hacer pitchs exhaustivos; el guion por sí solo era suficiente para convencer a los productores.

Pregunta:

–Habla de cómo el guion ha mutado con el tiempo. Y en su cabeza, ¿cómo ha evolucionado la historia desde sus inicios hasta el final?

–Todo empezó hace ocho años, durante la promoción de 'No sé decir adiós'. La idea original se titulaba 'Hamburgo' y el personaje de Germán tenía rasgos de un mentiroso compulsivo, narcisista, que evitaba la realidad, inspirado en 'El adversario' de Carrere. Al principio no era un thriller ni abordaba la trata. Daniel Remón (el guionista) y yo empezamos a trabajar y decidimos que la película debía ser de un thriller o cine negro. Ese fue un punto de inflexión clave. Pensamos: ¿qué realidad podíamos confrontar a este personaje evitativo, narcisista e infantiloide para generar conflicto? Ahí llegó el tema de la trata, que está muy invisibilizado. Me interesa la incapacidad de enfrentar el dolor, propio y ajeno, un tema que ya exploré en 'No sé decir adiós'. Aquí, además, está la necesidad de empatizar, de darle espacio al dolor del otro.

–¿La idea de rodar en Super 16 mm también surge al encontrar el tema de la trata?

–La decisión de rodar en Super 16 mm llegó cuando el guion estaba casi terminado. Con Juana, la directora de fotografía, queríamos capturar un mundo sucio, oscuro, que huele a detergente, alcohol barato y colillas. Esa atmósfera la vivimos al localizar y rodar en burdeles, uno activo y otro abandonado, pero con un aire lúgubre. El Super 16, con su grano, le daba ese carácter. Al principio, los productores veían el sobrecoste, pero un productor rumano con acceso a un laboratorio en Bucarest lo facilitó. También hay un guiño al thriller americano de los 70, como 'The Killing of a Chinese Bookie' de Cassavetes, 'French Connection' o 'Taxi Driver', que influyeron en el concepto visual.

–Igual que 'No sé decir adiós' abordaba un tema sensible como la muerte, aquí aborda la trata de personas. ¿En el rodaje se sentía el peso?

–Esa atmósfera perduraba. Ver a las actrices con esa luz, en esos sitios, te encogía el alma. Fue un rodaje muy intenso.

–Jaime Lorente interpreta a Germán, ¿cómo fue trabajar con él en este personaje?

–No había trabajado con Jaime antes, porque cuando entré en 'Élite' él ya no estaba. Nunca pensé que trabajaría con él, pero hizo una prueba espectacular. Vi una fragilidad y una vulnerabilidad que no había visto en sus papeles habituales. Sabía que tenía un personaje en otra frecuencia y se tiró a la piscina. Le costó deshacerse de ciertas capas al principio, pero con un mes y pico de ensayos llegamos a algo más pequeño, frágil y vulnerable. Jaime fue consciente de que era algo diferente y se entregó por completo.

–En España se hace mucho cine social, pero un thriller como este, con un enfoque de cine negro, es menos común. ¿Cree que hay un motivo por el que no se hagan más películas así?

–Estamos en un momento donde predomina el cine autorreferencial, naturalista o costumbrista. 'Hamburgo' parece descontextualizada, como una película de hace 15 años. Me siento un poco antiguo, pero son tendencias. La recepción en festivales ha sido modesta, y me asusta pensar que el tema de la trata importe poco. Más allá de si la película es mejor o peor, creo que el tema no está resonando como esperaba.

–¿Tenía intención de aportar algo al debate sobre la legalización de la prostitución o solo querías visibilizar esta realidad?

–No pretendo tomar un papel activista, porque hay personas que se dejan la vida en esto, como Amelia Tiganus. Mi intención era visibilizar una realidad invisibilizada, poner una cámara donde pocos la meten y dar espacio a estas historias. El proceso de documentación fue riguroso, trabajamos con asociaciones y víctimas de la trata, y nos sentimos muy responsables al manejar un material tan delicado.

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