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pincho de tortilla y caña

La conspiración

Tenemos un poder colonizador que lo acapara casi todo

Horizonte negro

El riesgo del hartazgo

Luis Herrero

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Sería un ejercicio interesante acudir a la hemeroteca y contabilizar las decenas de veces, tal vez llegáramos al centenar, que los archipámpanos del poder, en su encarnación tridentina de ministros, socialistas relevantes y socios gubernamentales, proclamaron que «no hay nada y por lo tanto todo ... acabará en nada» cada vez que salía a relucir en la prensa la conducta poco ejemplar de la mujer y el hermano de Pedro Sánchez. Ese estribillo del argumentario se utilizó también para desacreditar las sospechas que sobrevolaban la cabeza de algunos de los implicados por Víctor de Aldama en el caso Ábalos. El tiempo se ha encargado de convertir el ritornelo exculpatorio en papel mojado. Begoña Gómez está imputada por un juez y descrita en un auto de la Audiencia Provincial de Madrid como la mujer que utilizó su parentesco presidencial para medrar profesionalmente, David Sánchez ya está sentado en el banquillo por la comisión de dos presuntos delitos y un ramillete bastante florido de egregios mandamases del PSOE, con Santos Cerdán a la cabeza, ilustran con negritas los informes de la UCO. Si las cosas han acabado así no habiendo nada de nada, imaginemos cómo estarían de haber habido algo. Está claro que el eslogan ya no se sostiene, y es por eso que los cabezas de huevo de la corte han puesto en marcha este otro discurso justificativo: las cosas han llegado tan lejos –dicen ahora– no porque haya algo, que sigue sin haberlo, sino porque el Gobierno está siendo víctima de una campaña despiadada de descrédito en la que participan jueces, periodistas, políticos y banqueros. Sánchez está siendo acosado, vapuleado, linchado y exterminado por los titiriteros que mueven los hilos del Sistema. La majadería conspiranoica no es solo ridícula. Es paradójica. Es difícil saber si este Gobierno es, de todos los conocidos, el que más ha colonizado las instituciones del Estado. La competencia es enorme. El Consejo General de los jueces, el Tribunal de Cuentas, el de garantías constitucionales, el árbitro de la competencia, la tele pública, el CIS… Cada rincón del organigrama de la estructura democrática del país ha sido ocupado, desde que yo tengo uso de razón, por la mayoría política de turno. Es verdad que ningún presidente anterior había tenido la desfachatez de designar a ministros en ejercicio para los cargos de fiscal general o magistrado del Tribunal Constitucional (en eso Sánchez ha batido el récord), pero todos han priorizado la afinidad ideológica por encima del prestigio profesional a la hora de promover los nombramientos clave del sistema. No hacía falta que explicaran su motivación. Todos sabíamos que lo hacían para tener controlados todos los resortes del poder y evitar sorpresas desagradables. La oposición bramaba y prometía regeneración después de la alternancia, pero ésta llegaba antes o después y las promesas se desvanecían en el olvido. La consecuencia es que tenemos un poder colonizador que lo acapara casi todo. ¿Cómo es posible entonces que con casi todo el tinglado sometido a su imperio pueda existir una conspiración sanchizida? Pincho de tortilla y caña a que algún Óscar, probablemente López, podrá explicarlo con toda claridad.

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