John Lennon, la placa más robada: así se fabrica el callejero de Madrid
Las primeras chapas que denominaron vías de la ciudad se colgaron a principios del XIX; hoy se fabrican un millar de nombres al año en Aranjuez y todo está medido al milímetro
El coste de cambiar el nombre a 51 calles: más de 60.000 euros en placas y 10.000 euros por comercio
Los trozos de acero están apilados y marcados. Dintel. Tapa. Referencia B24C1. Hay moldes y vigas larguísimas de aluminio en una nave enorme donde traquetean las máquinas. Un fuerte clac dobla el metal, otro lo corta. Así empieza el diseño del callejero de Madrid. ... Cada placa está homologada y tiene un modelo específico, el MU-41, que se fabrica sesenta kilómetros al sur de la capital. Cada año, las calles madrileñas se reponen con un millar de chapas tras un proceso en el que todo está medido, desde el azul oscuro de la placa (Pantone 2757 C) hasta su ubicación en alguna esquina de alguna fachada de la ciudad.
La fábrica de placas de calles más grande de España, unas instalaciones de la empresa API Fabricación, es la proveedora del Ayuntamiento de Madrid. Aquí la producción de centenares de nombres blancos sobre fondo azul consta de cuatro fases. La primera: cortar a medida una lámina plana de aluminio. Esa chapa se pliega después para adquirir volumen, es decir, se doblan los bordes para poder fijarla a una valla o un edificio. Luego se interna en el tren de pintura y, por último, se cubre con un barniz antigrafiti. Solo en 2023, esta fábrica de Aranjuez instaló 247 placas en calles nuevas de Madrid, sustituyó otras 627 y limpió veinte.
Un total de 61.174 placas componen el callejero madrileño, según el inventario municipal. Aunque es un dato que varía constantemente en una ciudad que no para de cambiar y crecer. El último nombre que se añadió al catálogo es el del mítico locutor de radio Pepe Domingo Castaño, que falleció el pasado septiembre y, hace un mes, rebautizó una glorieta del barrio de Valdemarín, en el distrito de Moncloa-Aravaca.
El cambio de denominación también está escrupulosamente regulado: se aprueba en la Junta de Distrito, el Servicio de Cartografía lo registra en el callejero oficial y el ayuntamiento ordena a la fábrica –una de las adjudicatarias del contrato integral de movilidad– que encienda las máquinas. La empresa tiene un margen de veinte días para fabricar e instalar, pero suele tardar la mitad.
En el ecuador de la manufactura, las chapas metálicas enfilan el tren de pintura. Es una hilera colgante de placas rectangulares, de entre 450 y 1.200 milímetros de ancho –el tamaño se incrementa de cincuenta en cincuenta milímetros, en función de la longitud del nombre–, que se interna en la sección del color. El tren avanza 3 metros por minuto y un operario, con mascarilla y pistola, rocía rectángulos de la calle de Velázquez. Primero, el Pantone 2757 C, y en una segunda ronda el blanco para las letras y el escudo de Madrid. La placa resultante, que se ha sometido a temperaturas de hasta 180 ºC, está lista;solo falta despegar la cinta, los pedazos blancos que han protegido el fondo azul durante la segunda capa de pintura. Yañadir el barniz antivandálico.
El 60% se vandaliza
Una sola placa puede confeccionarse en una hora, pero la producción se organiza en tandas. La fábrica de Aranjuez entrega, de media, un millar de placas anuales al Ayuntamiento de Madrid. Cerca del 60% sirve para sustituir chapas rotas o robadas. «Se producen muchas vandalizaciones, unas 600 [teniendo en cuenta que se repusieron 627 en 2023]», calcula el delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, en mitad de la fábrica. En la diana están las calles polémicas, como las vías retocadas por la Ley de Memoria Histórica. Aunque la que más sufre lo hace por admiración: las placas del paseo de John Lennon, en el distrito de Retiro, que el consistorio ha reubicado en puntos más altos para esquivar a los fans de The Beatles.
Cada pedazo del callejero tiene su propia temática y, en estos momentos, la fábrica de Aranjuez está produciendo nombres de pueblos gallegos. La empresa adjudicataria inspecciona las placas de cada uno de los barrios madrileños y es el turno del Pilar, en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Los nombres relucientes de la plaza de Arteixo, Ginzo de Limia, Mondariz… descansan ordenados en una nave, preparados para su próximo destino.
Las señales de España
La fábrica de Aranjuez no solo produce placas de calles y no solo trabaja para el Ayuntamiento de Madrid. Sus naves están repletas de señales de tráfico de todas las formas y tamaños y en cada una de las fases del proceso industrial. Triángulos de aluminio brillantes que giran en una máquina, circunferencias rojas que cuelgan del tren de pintura, un cartel reflectante de varios metros de largo que será la salida 225 de alguna autopista. También hay cartelas grandes para nombrar ministerios. La metodología para este tipo de elementos es «absolutamente distinta», asegura el director de API Fabricación, Carlos Díaz.
Mientras pasea entre estos enormes lienzos a medio hacer, el concejal Carabante comparte un dato curioso: «La señal de tráfico más grande de la ciudad tiene 130 metros cuadrados, está en el Nudo Norte, la que señaliza entre la carretera de Colmenar Viejo y la avenida de la Ilustración. Es más que la mayoría de viviendas de la ciudad». Como un piso de cuatro habitaciones.
El callejero madrileño nació el 2 de julio de 1834 mediante una Real Orden que convirtió la Puerta del Sol en el kilómetro 0 de la ciudad. Todas las vías partirían de ahí y se numerarían de forma independiente. Fue en ese momento cuando se decidió colocar los pares a la derecha y los impares a la izquierda. Esas primeras placas tardarían un año más en decorar la urbe, en 1985, cuando el alcalde Joaquín Vizcaíno, el marqués Viudo de Pontejos, presentó el Cuadro Alfabético de las calles y las plazas de Madrid.
El diseño de letras blancas sobre fondo azul se estableció a principios del siglo pasado. Más tarde se añadiría el emblema de la ciudad. Y en 2001 la instalación de las placas se sometió a la Normativa de Elementos Constructivos (NEC), unas reglas que se han modificado en 2004 y en 2013. Ese último año se fijó el proceso vigente, ese en el que todo está medido al milímetro.
El modelo MU-41 de chapa de fondo azul, el espesor del lacado, las esquinas rectas y con dobleces de 90º, la fuente Gill Sans MT Condensed perfectamente alineada, el espacio entre caracteres, el escudo oficial de la capital… Cada unidad cuesta 100,33 euros y, el año pasado, el consistorio pagó 103.627 euros por las placas. Esta partida incluía cuatro placas de cerámica, esas castizas que decoran el centro y que son obra del ceramista de Talavera de la Reina Alfredo Ruiz.
Más allá de la fabricación, su instalación en la vía pública también sigue una serie de reglas. La placa tiene que ser visible y, siempre que sea posible, marcar el inicio y el final de la calle. El reparto en intersecciones, plazas y rotondas tiene características diferentes. Y, bajo ningún concepto, ninguna se colocará a menos de 3 metros de altura.
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