cambio de tercio
Inteligencia sin alma
'Plácido' es una obra maestra de Luis García Berlanga. Contiene una crítica hacia el humanitarismo hipócrita, pero salva el lado humano de todos
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‘Plácido’ es una obra maestra de Luis García Berlanga en la que un hombre humilde participa con su motocarro recién comprado en una campaña organizada por unas beatas que quieren lucir caridad invitando a un pobre en Nochebuena. Envuelto en una sucesión descacharrante ... de eventos, a Plácido no le da tiempo de abonar la primera letra del motocarro, que vence esa misma noche. Los espectadores vemos el filme angustiados por ese hombre que está a punto de perder lo poco que tiene.
La película, que contiene una crítica hacia el humanitarismo hipócrita de la pequeña burguesía, salva sin embargo el lado humano de todos. No hay héroes ni villanos. Nadie se libra de resultar risible, pero también entrañable, y esa es una de las cosas que hacen grande a Berlanga: el maravilloso y genial humor con el que encarna una concepción de la vida antitotalitaria. Su comprensión cervantina de nuestra condición. En vez de juicios absolutos, victorias triunfales y castigos crueles, encontramos ternura y piedad.
Exigimos una perfección física y moral tan rígida que solo una máquina puede cumplirla
Hoy que la eficiencia tecnológica se erige como modelo de todo, incluso de lo humano, yo pienso a menudo en estas películas donde nadie es ejemplo de nada y todos resultan adorables con sus debilidades, pues tal cosa es justo lo contrario de nuestro clima social. Exigimos una perfección física y moral tan rígida que solo una máquina puede cumplirla, y quizás por ello la inteligencia artificial despierta entusiasmo. Apenas hay voces críticas, ni siquiera cuando se anuncia algo tan peligroso como su implantación en ámbitos laborales y educativos para evaluar el comportamiento y la idoneidad de las personas.
Es decir: para borrar el factor humano en lugares donde resulta crucial la relación con los demás. Solo valoramos la eficacia de la máquina. Sin embargo, no somos máquinas, y si Plácido confiaba en que aún podía pagar la letra para conservar su motocarro, era gracias a que quienes tenían que cobrársela estaban dispuestos a comprender su situación, aunque fuese a regañadientes, o simplemente para no ser molestados. Ese relajo anulaba la desalmada implacabilidad de la eficiencia, tan inhumana.
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